Cada tanto, en los pueblos chicos como éste, aparecen leyendas que se van transmitiendo de boca en boca y que se transforman en el tema central de las conversaciones pueblerinas.
Estas historias, si uno se pone a averiguar, se repiten en distintos pueblos pero en cada uno se le da un tinte local.
Casi todas coinciden en lo siguiente:
• Siempre hay algún amigo mentiroso que dice que tiene un tío, cuñado o primo que es testigo directo de la historia.
• A medida que se va desparramando, el relato es cada vez más inverosímil.
• Se deja de hablar de ella ante la aparición de otra fábula, de un chisme escandaloso del estilo “a fulano de tal lo agarraron con la mujer de tal, o en situación comprometida con otro hombre” o de una noticia morbosa como los accidentes trágicos (los cuales ameritan un post aparte).
• Son cíclicas, cada tanto se repiten historias similares.
Debe haber mas coincidencias pero ahora no me acuerdo de ninguna otra (acepto comentarios al respecto).
Comienzo con una leyenda que heló la sangre de más de un suipachero hace más de 10 años
Primero alguien vio algo peludo que desaparecía en la oscuridad de la noche (es cierto lo que estás pensando! seguro que era un borracho). Esta persona lo debe haber contado en el boliche y de aquí en más tuvimos tema de conversación para unas cuantas semanas (no es poca cosa en este pueblo, ojo). Que salta los alambrados limpitos, que hace la vertical sobre las tranqueras, que va dando vueltas carnero a la par de la bici (ese se fue a la mierda, siempre hay un gaucho exagerado), etc, etc. El asunto es que en cada reunión alguien tenía que contar una proeza de esta criatura más grande de la que se había contado anteriormente, con lo que se llegaba a niveles extraordinarios de la creatividad pueblerina, una forma elegante de decir “tremendos bolazos”.

Hasta que se le encontró una explicación a la aparición de este fenómeno y con esta se alcanzaba el pico de imaginación:
Una familia que vivía en las afueras de Suipacha (la habían identificado con apellido y todo), había tenido un hijo deforme hace unos cuantos años y lo había encerrado en un sótano, criándolo como un animal toda su vida. En esta parte aparecían los testigos que decían que una vez habían estado en esa casa y escucharon ruidos raros. La cuestión es que el bichombre se había escapado y andaba revoloteando por ahí. Esta historia hacía agua por todos lados ya que, entre otras cosas, es muy poco probable que una persona criada en semejantes condiciones pueda contar con la agilidad que se le adjudicaba.
Esto es todo sobre el lobizón suipachero.
En próxima entrega contaré sobre otra historia que hacia castañetear (que verbo que inventé, por Dios) los dientes de los convecinos: “El chancho con cadena” (oink, oink, clanch, clanch)
4 comentarios:
consulta: El lobizón suipachense, ¿es septimo hijo de una flia? ¿Lo afectan las noches de luna llena?
En unos años se comentarán los ataques de sharkman y sus amigos?
No te olvides de la historia del hombre sin cabeza
I say briefly: Best! Useful information. Good job guys.
»
Publicar un comentario